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“El conflicto no tiene por qué significar violencia”

Perfiles, limeños de todas las cepas

MAX HERNÁNDEZ CAMARERO, 74, es psicoanalista, oráculo y secretario técnico del Acuerdo Nacional. Él pone su optimismo al servicio de todos, como para entender el momento poselectoral que vivimos

Por: Javier Lizarzaburu

Su casa en la calle Porta, en Miraflores, fue diseñada por Emilio Soyer. Rompiendo con el estilo de los ranchos de principios del siglo XX que definían esta parte del distrito, las líneas que impuso el arquitecto mezclan esa textura humilde del adobe con lo señorial de los techos altos y los patios internos. Al subir las escaleras hasta su salón privado emergen muros de libros, casi todos perfectamente catalogados. También hay arte en las paredes, fotos y colecciones de huacos. Es un orden que impone respeto. Esta no es cualquier casa, pienso, donde uno tira los zapatos al entrar. Al doblar a la derecha se ve lo que parece el recinto sagrado. Detrás de un amplio arco rectangular lleno de más libros, que separa los dos ambientes, aparece justo al medio un sofá Chesterfield, adornado por una tela cusqueña. Un fuelle de cuero, herencia de la familia de su mujer, hace de mesa de café y en las paredes, más libros. Como para no sentirse a gusto e intimidado.

Empezamos hablando de arquitectura, arqueología y psicoanálisis. Hay algo en esa habitación, le digo, que me recuerda la casa de Freud en Londres, y busco que confirme mi impresión de que hay mucho de construir en su profesión. “Claro”, responde con calma. “Y uno de los últimos trabajos de Freud fue justamente ‘Construcciones en el análisis’, en que plantea que algunas veces lo que hacemos es construir una arquitectura narrativa provisoria, que les dé sentido a los hallazgos dispersos”.

RECORDAR CATÁSTROFES

Aunque quiero la visión del oráculo sobre el reciente proceso electoral, tan traumático, hace falta el ritual. El protocolo. Hablamos de arqueología y, curiosamente, menciona a otro psicoanalista, el británico Wilfred Bion, quien dice que le dio un giro a la idea de arqueología y sostuvo que, con algunos pacientes, “cuando nos acercamos a este pasado inicial, disperso, la tarea no es tanto cómo reconstruir sino, tal vez, indagar cuál fue la catástrofe que ocurrió”.

Una auténtica curiosidad me hace indagar por su primer recuerdo y sale a la luz su propia catástrofe original, y me habla de Matito, como lo llamaban en casa. Él fue el mayor de tres hermanos y vivía en Jesús María cuando antes de cumplir los 4 años, el 24 de mayo de 1940, se vino el mundo abajo. Ese terremoto, el peor en Lima ese siglo, destruyó gran parte de la ciudad y se salvó “por un momento de inspiración lúcida” de la señora que lo cuidaba. El recuerdo, o la emoción del recuerdo, continúa con él hasta hoy.

Se describe agnóstico, pero admite que en muchos 24 de mayo visita la iglesia María Auxiliadora, a donde su madre lo llevó después en acción de gracias. “Es como recordar a mi madre”, explica.

¿Quizá por eso se considera un hombre con gran fe en la vida? No se lo pregunté. Pero varias veces lo repite durante la conversación. “No estamos mal como otros creen. Es verdad que estos días he visto cosas que me producen horror, como el racismo que ha aflorado en las redes sociales, pero veo que en todo este tiempo hemos progresado”, asegura.

ESPACIOS DE DIÁLOGO

Lo que entiendo es que estamos enfrentando nuestros horrores. Como que avanzamos a través de nuestras contradicciones y tropiezos. El hecho de que todo esto haya brotado y se haya producido un nivel de debate debería ser sano.

Inevitablemente, él ve en el Acuerdo Nacional una fuente de esperanza. Que ya lleve casi 10 años de existencia y que el próximo presidente Ollanta Humala también lo haya firmado, son señales, sostiene, de que las instituciones se van fortaleciendo y que creemos más en la necesidad de continuidad.

“Es un espacio de diálogo en el que hay algo muy importante: asumir la buena fe del otro. En estas elecciones hemos visto que todo ha estado plagado de supuestos en la mala fe del otro. Necesitamos construir confianza”.

Cuando habla, sale la voz de un hombre que lee mucho y que sabe recordar. En su vasta colección de libros hay buena cantidad de poesía y cita a Ezra Pound: “La poesía es la más señorial de las artes y el solaz de los hombres solitarios”. No es que se considere un solitario, aclara, “pero uno tiene siempre una irremediable soledad, que hay que buscar algún solaz para ella”, dice.

Hernández no cree que el trauma de estas elecciones sea muy profundo o vaya a ser duradero. “Lo importante es ver cómo empezamos la reconciliación en un país que todavía tiene secuelas de una sociedad postraumática, con mucho miedo al conflicto. Tenemos que aprender que conflicto no quiere decir violencia. Hay un nivel de conflicto que tenemos que poder enfrentar”.

Este resultado electoral también dejó un mapa de la separación: Lima y el resto del país. Y parafrasea al historiador francés Bernard Lavallé, estudioso del Perú, quien habla del narcisismo limeño: “Lima tiende a mirarse en su propio espejo y esta mirada detenida en su imagen trunca la mirada sobre todo el Perú”.

A PESAR DE TODO, MEJOR

Su visión de que Lima ha cambiado parece incuestionable. “Es más democrática de lo que era; hay más dinero del que había; es más amable que antes. Es cierto que hemos sentido miedo de que todo eso se trunque, pero no hemos visto que de lo que se trata es de compartir. Nos cuesta compartir”, asegura en un tono que suena como el de un abuelo que habla más por experiencia.

“Una de las cosas que a mí me preocupaba era con qué imagen vamos a presentar al ganador ante nosotros mismos y ante el mundo. Pero veo que muy rápidamente se han recompuesto las cosas. De repente esto es también algo muy limeño, que nos podemos mandar a rodar y al ratito somos ‘hermanito de mi corazón’. Las elecciones son un momento de catarsis y eso desborda un poco las reglas. Además, dice, tenemos la libertad de elegir cómo somos: si limeños con un profundo sentido de peruanidad, o limeños con las maletas listas, “porque uno se puede ir si quiere”.

“Sí hubo expresiones de odio, denigratorias, que hablan de un momento de pasión. Pero eso no destruye a la persona por completo. A mí me gustaría que en una próxima reunión del Acuerdo Nacional participen todos los actores políticos que tomaron parte en este proceso y digan que queremos seguir adelante. Y que seguir para adelante no quiere decir que todos se van a alinear con lo que diga el gobierno. Pero tampoco quiere decir que todos se van a oponer. Que busquemos consensos para avanzar”.

De pronto, como dándose cuenta de que ha estado muy serio, le da un giro repentino a la energía de la conversación y dice, con una dosis de humor, que para él Lima es como una tapada, que “solo ve con un ojo. Le falta visión de profundidad, pero tiene calle. Y Lima, después de todo, es muy vieja como para seguir engañándose”.

DATOS

  • Nacimiento: Lima, 22 de noviembre de 1937.
  • Barrio: Jesús María y Miraflores.
  • Colegio: La Salle.
  • Familia: Casado, tres hijos.
  • Profesión: Psicoanalista.
  • Cargo: Secretario técnico del Acuerdo Nacional.
  • Estudios: Doctor en Medicina, UNMSM; doctor en Psicología, Royal College, Londres.
  • Fundador y ex presidente de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis.

Fuente: Diario El Comercio
Fecha: Domingo 12 de junio de 2011

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